De repente.

En un segundo, en una ráfaga de viento, en un instante, en un escalofrío, en un pestañeo, de repente. De repente todo cambia, de repente te caes, de repente sonríes, de repente lloras, de repente cierras los ojos, de repente te quedas dormida, de repente llueve. De repente empieza o de repente todo acaba, de repente te miran, de repente te chocas, de repente tu sonrisa es más fuerte, o de repente tus lágrimas bañan tu rostro. Porque la vida es un de repente, hechos que se atropellan unos a otros, unos que llegan por casualidad, otros porque quizá debían sorprenderte. Entran y salen de tu vida a su antojo como si fuera la suya propia. Los sentimientos, los pensamientos, los sucesos, el tiempo, los muros y las piedras, los gestos, las emociones, la suerte, todo es de repente. Una sonrisa llega, y las lágrimas se van, aparece la lluvia y desaparece el sol, todo puede cambiar sin que tú puedas impedirlo porque eso es la vida una especie de tren en el que tú puedes elegir el destino de llegada aunque posiblemente no sea este en el que finalmente te bajas, pero no a los demás pasajeros ni las paradas del tren, tampoco lo que va a suceder durante el trayecto. Definitivamente el de la vida es un viaje largo y extraño, complicado también.
El destino le sueles elegir al principio o incluso durante el viaje, sin embargo nunca sabes donde llegaras al final del viaje. Aunque digamos e insistamos en que cada uno dirige su vida y escoge su destino realmente es la vida misma, ya que esta provoca cambios, curvas y giros que no podemos prevenir ni impedir. Tú puedes conducir el tren a ratos pero en la mayoría la vida nos arrebata el volante y nos conduce por caminos de injusticia, crueldad, felicidad, añoranza, tristeza, permite subir a pasajeros que quizá nos provoquen sufrimiento, llanto o incluso que nos abandonen en la soledad
Esto es la vida un viaje arriesgado en el que desgraciadamente todos tenemos el mismo final.