Sin duda, el mes de las primeras veces.
Rebobinando a unas semanas atrás, recuerdo los nervios del viaje, las interminables horas de avión, que llegaron a su fin, y el encuentro con las familias. Llegué ilusionada y con un manojo de nervios por cuerpo, no sabía lo que estaba a punto de vivir. Me pasé el viaje con la sensación de un niño que se va de campamentos quince días, pero al despertarme la mañana siguiente fui plenamente consciente de donde estaba, y que conllevaba todo lo que llevaba meses imaginando en mi cabeza. Darme cuenta de todo esto, me provocó mil emociones en cuestión de minutos, pero la que destacaba era la felicidad.
Con todo ese amasijo de emociones también llegó el jet lag, y hasta nos hicimos amigos, porque se quedó conmigo un par de días. Con mi nuevo amigo y mi nueva familia, fui a hacer excursionismo por las montañas, y me encontré con paisajes que no podía dejar de fotografiar.Vino el primer día de instituto, la primera vez en Downtown, la primera vez en un cine canadiense, el primer partido de hockey... y así un montón de veces más.
También en este mes he podido darme cuenta del peso que tiene la actitud con la que enfrentemos la vida, he aprendido a tomarme las cosas con calma y a controlar los agobios (cuando me perdí volviendo a casa por la noche por ejemplo), y que ser feliz es también un poco nostalgia al ver una foto, acordarte de alguien al escuchar una canción o sentirte unida a tu familia a pesar de los tropecientos kilómetros que os separan.
Con familia me refiero a todas las personas que forman parte imprescindible de mi vida, porque sin duda lo más importante que he aprendido aquí hasta el momento es a valorar, a valorar cada pequeño detalle y a no desvirtuarlo con etiquetas, a no limitar nada, a no frenar.
Y para mí, familia son todas las personas que me hacen feliz.
No soy capaz de asimilar que todo vaya tan rápido, hace un tiempo hubiera dicho que me daba miedo la velocidad que alcanzaba la vida, pero a día de hoy, no le temo a nada, porque eso sería ponerme límites a mi misma, cortarme las alas y me niego a frenar.
La vida no para, no espera, solo avanza, y nosotros solo podemos seguirla el ritmo, disfrutarla a medida que pasa por nosotros, arriesgar sin reparos por todo lo que queramos y no rendirnos nunca.
Hace un mes que deje mi hogar, y ahora puedo decir que estoy en casa de nuevo.
En otro país, con otra gente, pero en casa de todas formas.
Si tuviera que describir este mes en una palabra, diría que ha sido felicidad. Miles de emociones, nuevas aventuras y sentimientos.
Cambios, de esos que te hacen aprender, que te hacen crecer.
Estoy en casa, aquí, pero aún y siempre, con cada uno de vosotros que formáis parte de mí.
Estoy lista para vivir.
You could be larger than life, bigger than the world...
Con mucho amor,
Silvia Soñadora
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