Mi único desahogo era el llanto, el dolor y el sufrimiento. La confusión congelaba mis venas, y paralizaba mi cuerpo. Quise ignorar el porqué, quise enterrarlo, pero le hundí en un pozo aún más profundo, arrastrándome a mí mismo con él. Y ya no pude hacer nada, todo acabó, cuando por fin vi que necesitaba un nuevo comienzo.
Entre ladrillos fríos, ocurrió, justo cuando quería paralizar el tiempo.
Un impulso de mis labios. Una sonrisa. Un arrebato contra mi voluntad. Frustrado, mientras la sangre congelada, recorría mis venas, al descubrir la soledad. Un vago hallazgo entre mis penas, que volvía a la oscuridad. Cual una gotera, iba perdiendo todo aquello que tenía, y también lo que encontraba. Y un segundo, una palabra, hizo que se acabara mi agua. Mi vela, en la cuerda floja, con su llama oscilante. Mi último poso de esperanza en esa luz que se apagaba. Amarrado hasta su último destello, se apagó. Quedé a oscuras, cuando ya todo, incluso el latido cansado de mi corazón apagado, estaba perdido.
Fue en aquel instante, cuando aprendí que ese latido cansado solo necesitaba recobrar la energía, y volver a renacer.
Pero, ya era demasiado tarde.
Silvia Soñadora
A veces no es demasiado tarde para volver a empezar de cero... y así, recobrar esa energía que echamos en falta.
ResponderEliminarUn beso, preciosa! ;)
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