El señor Oso.

Mis pies se mueven al ritmo de la canción, mientras me evado de la habitación...
... Recuerdo aquellos días de invierno con un gorro y las mejillas sonrojadas.

Aquella mochila que tanto me gustaba y también te recuerdo a ti. El señor Oso. Eres menudo, para que pudiese sostenerte cuando mis dedos eran pequeños cual alfileres. Ahora estás quizá un poco desgastado de tanto rodar por miles de lugares. Observo tus ojos, tus rutilantes ojos negros que aún conservan su magia. Esa magia que me hacía creer que tus abrazos me daban calor e incluso compañía.
Recuerdo mis lagrimas derramarse por tu pelaje marrón claro. Y también como saltábamos de la mano por los bancos del parque en primavera. Recuerdo tus pequeñas manos, cuando las manchaba en tinta e iba dejando la marca por todas las aceras para demostrar al mundo que tú eras importante e ibas a dejar huella. Miro tu sonrisa torcida y recuerdo cuando imaginaba que tus carcajadas salían a borbotones por un chiste que te había contado. Y también recuerdo cuando me enfade porque todos te llamaban El señor Botones en honor al traje que te hice para que no tuvieses que estar desnudo.
Tú siempre serás El señor Oso, un diminuto osito de peluche para los demás y El señor Oso para mí. Tenga quince, treinta o cincuenta años continuaras siendo El señor Oso, con su corbata a cuadros y un puñado de sabios consejos.
Recuerdo... que eres tú. Tú eres mi mejor amigo y por supuesto recuerdo que te quiero Señor Oso.

Silvia Soñadora.